Cuando un artista joven comienza su andadura por la difícil senda del Arte ha de enfrentar numerosos obstáculos; el primero es el técnico, ya que sin el aprendizaje de un lenguaje nunca se puede llegar a una correcta comunicación. Tras pasar esa frontera, aparece lo más difícil de todo: tener un mensaje coherente que transmitir de forma global. 

Es un momento crucial en la carrera de cualquier artista, en el que la madurez llega a su trabajo y se convierte en auténtica obra de autor. 

Joaquín Maximiliano se encuentra en este punto tras tres décadas rodeado de arte y artistas de los que ha aprendido de manera ejemplar, y por primera vez expone individualmente. 

Su pintura  ha crecido, su pensamiento ha trascendido más allá del suave lino en el que trabaja y de los óleos que maneja con tanto cuidado, creando personajes  únicos. Ha conseguido que la fuerza del dibujo y la lírica de los colores nos lleven a su realidad. 

En esta exposición nos encontramos con la eterna dualidad de los extremos que también se complementan y  la dificultad de mantener un equilibrio vital tan complejo como necesario; habla de individualidad y  de colectivo, de libertad y censura, de singularidad, y, al mismo tiempo, integra a sus personajes al presentarlos todos en conjunto… Y así, sucesivamente, su discurso va calando en nosotros para hacernos reflexionar.  Sin rotundidades. Con más preguntas que respuestas. Como siempre han hecho los sabios.